Tierra de grandes poetas venida a menos,
mentes abiertas que algunos intentaron cerrar
pero no pudieron.
Y ahora llegan canallas que nunca murieron
y ocupan nuestras vidas, nuestros libros,
y nos roban el hogar.
Crecí libre, no concebía la cárcel
y ahora veo los barrotes que siempre han estado,
que me han ocultado.
Y las lágrimas caen de pena y rabia
y me pongo en la piel del suicida,
y me quiebro por dentro.
Pocas sonrisas pueden hacer que obvie,
que olvide o que cierre los ojos.
Se acaba el reír.
Los pocos atisbos de luz enseguida se manchan,
y ni los rallos de luna son suficientes,
el azul es ahora negro.
Ahora el niño llora porque no puede ir a la escuela,
y el anciano se pierde en dolor,
y el joven se vuelve impotente.
Y el resto nos mantiene.
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