La muerte es cruel. Cuando nos permite vivir largo tiempo después se vuelve terrible y fea. Ni trágica ni heroica. Simplemente sucia y discreta.
No hay color en sus apagadas mejillas.
No hay color en sus ojos grises, fríos.
No hay color en sus labios secos y agrietados
No hay color en su ropa gastada, rohida.
No hay color en su cabello lacio y despeinado.
No hay color en su cuerpo enjuto y marchito.
No hay color en la habitación oscura.
No hay color tras la opaca ventana.
No hay color en sus manos heladas.
No hay color en mi mirada afligida.
No hay color en los cantos de duelo.
No hay color en la tremenda agonía.
No hay color en suspiros siniestros.
No hay color en los gastados libros.
No hay color en las palabras vacías.
No hay color en nuestras inexistentes sonrisas.
No hay color que pinte la pena.
Solo hay un color y es rojo,
Rojo sangre.
Muerte roja.
Roja calavera.
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